Mas allá de la
novelesca interna dentro del peronismo, existe la certeza de un próximo pico en
el aumento de los delitos, por lo cual podríamos esperar del gobierno distintas
alternativas. Pero la más probable es que deje que la situación de inseguridad se
agrave y llegue a extremos insostenibles para, y al igual como se hizo con la pandemia,
gobernar a través del miedo y el temor de la ciudadanía, y de esta manera limitar
aún más las libertades y aumentar el control sobre la sociedad. Política nada
descabellada para un gobierno que ha demostrado tener vocación autoritaria. En
última instancia, en ese delicado equilibrio entre seguridad y libertad, la
gente con miedo cede libertad a favor de la seguridad aunque, esto también se
sabe, termina siempre siendo seguridad para unos pocos.
Usar el miedo y la
inseguridad hasta la próxima campaña electoral no sería algo novedoso en un
espacio que promete mano dura con Sergio Massa o Berni, pero también ofrece a
un Zaffaroni o Frederick que prometen excarcelaciones. Todos juntos al precio
de uno. Pero ninguna solución para quienes sufren de la victimización real o
potencial.
Entonces… ¿cuál
es la política de seguridad? Es claro que no la hay ni la habrá, pues el
peronismo sabe que a los que quieren mano dura hay que prometerles mano dura y
espectáculo y a los que se autoperciben como progresistas hay que darles un
discurso progresista. Pero ni uno ni otro darán respuestas reales al problema,
porque para dar una respuesta el gobierno necesita tener una “política de
seguridad”, y para tenerla, previamente se debe compartir un diagnóstico que
será el fundamento de una estrategia y de las acciones consecuentes. Las
internas entre funcionarios de alto rango del mismo gobierno serán un buen
espectáculo político, pero no generan ninguna tranquilidad en la ciudadanía.
Permanentemente
se reclaman acuerdos políticos que estén por arriba de las diferencias
partidarias, y la seguridad sería un buen campo para alcanzarlo. Pero ¿cómo
alcanzar un acuerdo con quien no se sabe que piensa? Si el resto de las fuerzas
políticas supieran cual es el pensamiento del gobierno en materia de seguridad
se podría discutir y buscar puntos de acuerdo y consensos. Pero no se puede
discutir la política donde no existe, porque como decía Alfonsín, “podemos
discutir con un hombre que esté a la izquierda o a la derecha, va a ser una
discusión racional, pero es imposible discutir con un populista, porque
contestará con voluntarismo, con eslogan, inescrupulosidad, con demagogia. Entonces
la cosa se hace mucho mas ramplona de lo que el pueblo merece”.
Estamos
transitando una etapa de gran complejidad social, el aumento del delito no será
solo por el aumento de la pobreza, la que puede explicar una parte pero no toda
la problemática. La sociedad está transitando un momento de gran tensión y
angustia. Teme por su salud y la de sus seres más queridos, pero también teme
por un futuro incierto de empleabilidad, por la incertidumbre de poder en el
futuro seguir mandando sus hijos a la escuela o a la universidad, si podrá
pagar el alquiler o el préstamo hipotecario, si va a podrá acceder al sistema
de salud al que tenía acceso hasta hoy. Incertidumbre, frustración e impotencia
se suman a la pobreza y al desempleo, conformando un combo completo de causas
que impactarán en la inseguridad y la violencia. Mientras tanto, quienes tienen
que ocuparse de esto muestran un espectáculo que da miedo.
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